En Guangdong, había un cazador que llevaba un arco y flechas para cazar en las montañas. En ocasiones, se tumbaba en el suelo para descansar y sin darse cuenta, se quedaba dormido y fue llevado por un elefante con su trompa. Pensó que esta vez sería atacado por el elefante.
Poco después, el elefante lo dejó debajo de un árbol y asintió con la cabeza. Luego, llamó y un grupo de elefantes se acercó y lo rodeó, como si tuvieran alguna petición para él. El elefante que lo había llevado antes se tumbó debajo del árbol, miró hacia el árbol y luego al cazador, como si le estuviera indicando que subiera al árbol. El cazador entendió su intención y trepó al árbol sobre la espalda del elefante. Aunque llegó a la cima del árbol, no sabía qué quería el elefante.
Poco después, llegó un león y todos los elefantes se postraron en el suelo. El león eligió uno de los elefantes más gordos y parecía que quería desgarrarlo y comérselo. Los elefantes temblaban de miedo y ninguno se atrevía a huir, solo levantaban la cabeza y miraban hacia arriba, como si suplicaran al cazador que los salvara. El cazador entendió y disparó una flecha al león, que murió al instante. Los elefantes miraron al cielo, como si estuvieran rindiendo homenaje al cazador. El cazador bajó del árbol y el elefante se tumbó en el suelo, usando su trompa para mover la ropa del cazador, como si le estuviera pidiendo que se subiera a su espalda. El cazador montó sobre el elefante y este lo llevó. Llegaron a un lugar donde el elefante cavó en el suelo y sacó innumerables colmillos de marfil. El cazador bajó de la espalda del elefante, ató los colmillos de marfil y los colocó sobre el elefante. El elefante lo llevó fuera de las montañas y luego regresó.