La historia del erudito Álamo

La historia del erudito Álamo

En los últimos años de la dinastía Ming, una plaga de langostas azotó la región entre Qingzhou y Yanzhou, extendiéndose gradualmente hasta llegar al condado de Yishui. El magistrado del condado estaba profundamente preocupado por la situación.

Después de regresar a su oficina y recostarse en su lecho, el magistrado tuvo un sueño en el que se le presentó un talentoso erudito.

Este erudito llevaba un sombrero cónico, vestía una túnica verde y destacaba por su imponente estatura. Afirmó tener una estrategia efectiva para enfrentar la plaga de langostas.

Lleno de ansiedad, el magistrado le rogó que compartiera su sabiduría. El erudito respondió rápidamente: "Mañana, en el camino principal que se dirige al suroeste de la ciudad, te encontrarás con una mujer montando una burra de gran vientre. Ella es la diosa de las langostas. Si la suplicas humildemente, la plaga de langostas se alejará".

El magistrado consideró este sueño como algo excepcional y, de inmediato, preparó una ofrenda de comida y bebida, y se dirigió al sur de la ciudad. Después de esperar durante un rato, apareció una mujer con un elegante peinado y envuelta en una capa de color marrón. Montaba solitaria en un viejo burro gris que avanzaba con dificultad en dirección al norte.

Sin perder tiempo, el magistrado encendió incienso, colocó la comida y se arrodilló al costado del camino para recibirla, sosteniendo las riendas del burro para impedir que se alejara.

La mujer preguntó con curiosidad: "¿Qué intenciones tiene usted, honorable magistrado?"

El magistrado, con una expresión de súplica en su rostro, le dijo: "Como humilde funcionario de este pequeño condado, le ruego encarecidamente que tenga piedad y nos libere de esta plaga de langostas que asola nuestras tierras".

La mujer respondió con voz llena de lamentación: "Maldito Álamo, el chismoso de lengua viperina, ha revelado mi secreto. Haré que él mismo cargue con las consecuencias, siempre y cuando no dañe los cultivos".

Acto seguido, la mujer bebió tres copas de vino y, en un abrir y cerrar de ojos, desapareció. Más tarde, las langostas llegaron volando, oscureciendo el cielo, pero sorprendentemente no descendieron sobre los campos de cultivo. En cambio, se posaron en los álamos que bordeaban los caminos. Allí donde las langostas pasaron, las hojas de los álamos desaparecieron por completo.

Finalmente, el magistrado comprendió que el erudito en realidad era el dios protector de los álamos. Algunos dicen que este evento fue el resultado de la preocupación del magistrado por el bienestar de su pueblo, lo cual conmovió a los mismos cielos. ¡Y así fue!